Cada escuela de espiritualidad hace referencia a la fuente más vivificante de santificación que son los santos sacramentos. Para Sor Faustina todos los sacramentos y especialmente la Reconciliación y la Eucaristía, son los grandes dones de la misericordia de Dios. El Señor Jesús mismo le dio a conocer la magnitud de estos dones. Di a las almas – decía del sacramento de la Reconciliación – que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo; allí tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente. Para obtener este milagro no hay que hacer una peregrinación lejana ni celebrar algunos ritos exteriores , sino que basta acercarse con fe a los pies de mi representante y confesarle con fe su miseria y el milagro de la misericordia de Dios se manifestará en toda su plenitud. Aunque un alma fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido.No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud. Oh infelices que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia (1448).
A Sor Faustina la asombraba el amor misericordioso de Dios, el amor presente en cada sacramento. Escribía mucho de la bondad de Jesús que partiendo de esta tierra deseó quedarse con nosotros, se dejó a sí mismo en el Sacramento del Altar y nos abrió de par en par su misericordia. No hay miseria que te pueda agotar – decía admirada – llamaste a todos a esta fuente de amor, a este manantial de la piedad Divina. Aquí está el trono de tu misericordia, aquí el remedio para nuestras enfermedades.Hacia ti, oh Fuente viva de Misericordia corren todas las almas: unas como ciervos sedientos de tu amor, otras para lavar la herida de sus pecados; otras todavía cansadas de la vida, para tomar fuerzas (Diario 1747). Escribió que la magnitud de este don es inconcebible para ninguna mente humana o angélica, y que la conoceremos plenamente sólo en la eternidad. Si los ángeles pudieran envidiar – confesó – envidiarían a los hombres la Santa Comunión , en la cual Dios se une con su criatura de modo más estrecho posible. No se une tan estrechamente ni siquiera con los ángeles (cfr. Diario 1804).
La conciencia de la magnitud de este don provocaba en ella una profunda gratitud, un gran respeto ante la Majestad Divina tan humillada y un gran amor a Aquél que amó hasta el fin, que dio su vida por el hombre pecador y que se hizo pan que ofrece la vida eterna. Conocía el poder divinizador de la Eucaristía; sabía beneficiarse de ella, por eso su vida, sus pensamientos y sus obras fueron transformados por completo; el hombre viejousando el lenguaje de San Pablomoría y crecía uno nuevo, según el modelo de Cristo. La Eucaristía era para Sor Faustina un espacio de encuentro personal con el Dios vivo, de ofrecerse junto con Cristo por la salvación del mundo y de unirse con Él estrechamente en la Santa Comunión.
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